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La ovejita perdida

Había una vez un pastor muy amoroso que cuidaba a sus cien ovejas con mucho cariño. Cada día las llevaba a pastar a un campo verde y les daba agua fresca. Pero una de esas ovejas, muy curiosa, se alejó poco a poco hasta perderse.

 

La ovejita comenzó a tener miedo, porque estaba sola y ya no escuchaba la voz del pastor. Mientras tanto, el pastor contó a sus ovejas y se dio cuenta de que faltaba una. ¡No dudó ni un instante! Dejó a las noventa y nueve ovejas en lugar seguro y salió a buscar a la que estaba perdida.

Caminó por montes, cruzó arroyos y levantó su voz llamándola. Finalmente, encontró a la ovejita atrapada entre unos arbustos. El pastor la levantó con ternura, la puso sobre sus hombros y regresó feliz a casa.

—“Ahora estamos completos” —dijo sonriendo— “porque cada una de mis ovejas es muy valiosa para mí.”

Así es el amor de Jesús: Él nunca se olvida de nosotros, aunque nos alejemos, siempre nos busca y nos trae de regreso con amor.

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